martes, 19 de enero de 2016

PRIMERAS CONSIDERACIONES - de contexto


Mundialización vs. Globalización

     En gran parte de nuestro planeta, la convivencia entre diferentes culturas es un hecho cotidiano. Lo extraordinario de este momento histórico es que se trata de un momento de mundialización en donde todas las culturas se acercan y se influyen mutuamente, como nunca antes había sucedido.

     Es importante distinguir entre este proceso de mundialización creciente y la globalización. La globalización no es sino otra cosa que el tradicional comportamiento que han impulsado los centros imperiales. Como ha sucedido reiteradamente en la historia, estos imperios se instalan, se desarrollan y hacen girar alrededor a otros pueblos tratando de imponer su lengua, sus costumbres, su vestimenta, su alimentación y todos sus códigos. Finalmente esas estructuras imperialistas terminan generando violencia y caos, producto de su ingenuo atropello y la confrontación cultural.

         La globalización se presenta en general como un proceso acelerado de interacción económica entre países y culturas, montado sobre un gran aparato de tecnologías modernas de comunicación. Desde una perspectiva generalmente optimista, se dice que a través de la globalización, el progreso y la riqueza llegarán hasta los países más atrasados y que la calidad de vida aumentará en todas partes y para todos. 

          La globalización también es presentada como un proceso natural en el sentido que obedece a las leyes naturales de la economía de mercado. Sin embargo, ante los posibles resultados de tal proceso, surgen algunos temores de trasfondo, una suerte de ansiedad.

Estos temores parecen estar ligados a tres puntos:

a) El proceso se percibe demasiado grande, demasiado rápido y fuera del control
de la ciudadanía;

b) Para el ciudadano promedio, la globalización implica abrir las puertas al mundo, y por lo tanto a los problemas del mundo, problemas que algunas veces son el resultado de largas y complicadas historias difíciles de entender. Al hacerse conscientes de estos problemas, la gente teme que se sentirá responsable de resolverlo;

c) El intercambio de objetos, personas e ideas crea una situación de confusión general en la cual se experimenta la pérdida de referencias tradicionales, es decir, la pérdida de lo que ellos llaman identidad cultural. 

     Todos sabemos que en este momento histórico existe la posibilidad técnica de proveer de alimento, vivienda, atención médica, educación y condiciones de vida dignas a toda la población del planeta. La mundialización creciente camina en esta dirección. 

       Nuestra propuesta recoge estas aspiraciones y las propone como el máximo exponente de la lucha por el desarrollo verdaderamente humano.

     Si esto no ocurre es porque el proceso de globalización no está dirigido a resolver estos problemas, sino a aumentar el poder y la riqueza de unos pocos.

       La crisis generada por la globalización no perdona a ningún país y a ninguna institución, por sólidos, potentes e invulnerables que hoy puedan parecer. No se trata de una crisis parcial, limitada a algunos sectores de la sociedad, tales como la política, la economía, el arte, la vida religiosa, la vida personal, sino que se trata de una crisis estructural y global que afecta a todos y a todo.

En síntesis, se presentan dos caminos posibles para elegir:

- La lucha destructiva entre las diferentes culturas por la hegemonía, con el ‘triunfo’ final de una de ellas y la consiguiente aparición de una nueva dimensión imperial uniforme y coercitiva a escala planetaria;

- La creación de una nueva Nación Humana Universal, en la cual las diferentes culturas, puedan coexistir, manteniendo su identidad y aportando cada una su propia experiencia y su propia contribución al bienestar común. 

       En este paisaje, nuestro proyecto de convergencia en la diversidad, nuestro afán de conectar lo desconectado, de unir rescatando como horizonte el proceso de evolución, de conectar la existencia con el sentido, de construir una Nación Humana Universal con espacio y libertad para todos y todas, nos impulsa como imagen trazadora hacia el futuro.


El Diálogo Cultural

        La cultura no es el pasado de un pueblo, ni es creada por un conjunto de notables o “elevadas mentes”, la cultura es la herencia viva de un pueblo, es el presente de un pueblo, y todo lo que genere ese pueblo, sus personas todas irán modificando y haciendo evolucionar esa cultura que, sin embargo, no perderá ni su identidad ni su historia que seguramente será revalorizada. La cultura se construye por acumulación de acciones que llevan al desarrollo cultural, colaborando con él, aun en las más pequeñas cosas se expresa una intención humana, y si esa intención es dirigida al progreso de todos, ahí estamos en presencia de la evolución y posibilidad de trascendencia de una cultura.

     Pero si esa intención es dirigida con especulaciones personales al desarrollo educativo, económico, de calidad de vida, etc. de unos pocos, nos encontramos ante una cultura decadente que tenderá a cerrarse y terminará por desaparecer en algún momento; sumida en guerras, odios, y convulsiones que la dejarán inerte y en el olvido, convirtiéndola en una suerte de lengua muerta que nadie habla.

         La globalización atenta contra las culturas, pretendiendo homogeneizar al mundo bajo la cultura del dinero, con una escala de valores donde el Ser Humano, hacedor de todo tipo de artefactos y costumbres, obrero y estudiante, artesano y maestro, se convierten en hormigas de laboratorio, ocupando el último lugar en los niveles de importancia, siendo solo un eslabón absolutamente reemplazable en la cadena de producción.

       Hoy está en riesgo la comunicación interpersonal, el diálogo todo, desde el diálogo con la familia y los amigos, hasta el diálogo entre diferentes culturas, esto aunque se crean día a día más artefactos de comunicación, tecnologías avanzadas que están al alcance de grandes cantidades de personas en todo el mundo, sin embargo, atravesamos por un momento en el que se hace cada vez más difícil comunicarse con uno mismo y con los demás, en esta gran paradoja es difícil percibir lo humano en el otro y en nosotros mismos, una suerte de chatura donde se ve lo externo de las cosas a todo nivel, incluso personal, donde se muestran las consecuencias pero no las causas, en este contexto las culturas están siendo aplastadas, con la intención de generar la cultura del silencio y el sin-sentido. Es entre otras cosas por eso es que no es raro que crezca tanto la violencia, que se expresa como intolerancia, agresión delictiva, suicidio, guerra, etc. donde las minorías que por años han sido discriminadas y subyugadas reaccionan de diferentes formas para hacer notar la cara más cruel de la injusticia, la discriminación y la exclusión; minorías que mientras permanezcan aisladas entre sí, seguirán siendo solo eso “minorías”.

        El sistema inhumano y contradictorio que promueve el consumismo sin límite, quiere hacer creer a las poblaciones que la gente es violenta por naturaleza y que eso no puede ser trasformado por la intención humana, pero sabemos que no es así, sabemos que el sistema de vida globalizador es profundamente violento, que promueve la competencia salvaje, la desconfianza y el ‘sálvese quien pueda’. 

         Este sistema excluye y oprime a cada vez más gente, a la que no ve más que como cifras, números sin vida, sin intención ni futuro aprovechable.

          La pobreza absoluta ya se ve como natural de la sociedad y está siendo asimilada como cultural por las poblaciones de mundo, y claro que será así, porque a la vez que con la globalización se percibe solo lo externo, lo de moda, se genera una especie de cultura de la moneda, donde todos somos números que restan o suman, donde todo se compra, se vende o se remata, donde los nuevos templos son las bolsas de valores y su único dios en el dinero.

Tenemos dos opciones:

           La Primera- permanecer callados y dejar que se apague la flama de nuestra vida, sin más, pasar inadvertidos para que al llegar a viejos nuestra vida sea el recuento de frustraciones y desesperanzas, acompañadas de sufrimiento y sacrificios vacíos, donde nos reconoceremos como consumidores y no como seres dotados de intención.

Si hacemos lo primero dejaremos este mundo, y solo eso, sin nada que contar ni de que reír, cerrando las puertas y sufriendo a cada paso, cercaremos de esa forma el futuro negando nuestra propia intencionalidad y aportando por la inacción, al sufrimiento y el dolor, nos convertiremos en silenciosos cómplices de la nada y el vacío, objetivándonos y objetivando al mundo. 

      La Segunda- decidirnos a tomar las herramientas y construir un futuro mejor, trabajando esforzadamente para construir los peldaños y continuar en el ascenso, jugar de la mano con la historia, ubicando al Ser Humano como valor y preocupación central. 

        Si hacemos lo segundo, abriremos el futuro y aportaremos al mundo, superaremos el dolor y el sufrimiento en nuestras vidas y las vidas de quienes nos rodean, y aunque no logremos en el corto plazo el mundo que queremos, eso, el hacer por otros, llenará nuestra existencia de acciones válidas, aportará al futuro, direccionará nuestra vida por el mejor camino: el de superar y ayudar a otros a superar el dolor y el sufrimiento. Lo que hagamos hoy será nuestro indisoluble aporte al futuro, y lo que salga de nosotros, quedara en el mundo y colaborará con las futuras generaciones.

       En todo caso eso nos hará fuertes conectándonos con lo mejor que hay en nosotros y en los demás. Eso nos hará felices y libres a cada paso. Es entonces el momento de la acción desinteresada, es el momento de unirnos y sembrar las semillas que traerán nuevas primaveras, para toda la humanidad.

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